La evaluación ha sido un elemento fundamental del proceso de enseñanza y aprendizaje desde siempre, sobre todo por las múltiples funciones que cumple dentro de la experiencia educativa del alumno y del profesor. Como todo en educación, la evaluación ha demostrado su capacidad de adaptarse a los tiempos: no es y no debe ser algo estático, inmovible o escrito en piedra. En los últimos años, con el reto didáctico que supuso la pandemia del COVID-19, se volvió imperativo la reinvención de la evaluación de los aprendizajes; se repensaron los paradigmas pedagógicos sobre la evaluación y la puesta en práctica de nuevas técnicas para evaluar, utilizando nuevos instrumentos dentro del contexto de la educación virtual. (Trujillo, 2020)
Aunque parece que el fin de la pandemia no está lejos, la educación no debe volver a ser lo que era antes; lo mismo aplica para la evaluación de los aprendizajes. Según Ubieto (2021) una nueva realidad educativa surgida del contexto de la pandemia al parecer deberá combinar elementos de la presencialidad y la virtualidad; esto les da la oportunidad a los docentes de gestionar una verdadera revolución didáctica desde las aulas, una revolución que cambie y reforme significativamente la forma en que evaluamos los aprendizajes. A continuación, se plantean algunas consideraciones que todo docente debería tener en cuenta para crear una evaluación renovada e integral.
¿Cómo debería ser la nueva evaluación educativa?
En el contexto de una nueva educación postpandemia, la evaluación debería ser entendida como un proceso compartido, colaborativo y democrático de recogida de información, que fomenta la reflexión crítica de los procesos y conduce a la toma de decisiones contextualizadas, con el fin de mejorar el proceso formativo (Alonso & Blázquez, 2012). Este concepto ha permitido realizar una reinterpretación de todo lo que hemos venido aplicando en evaluación de los aprendizajes y que ha sido plasmado en la presente reflexión.
Abordemos entonces las características que debería tener esta nueva evaluación de los aprendizajes:
Una vez que el docente tenga claro el panorama contextual del proceso de esta nueva evaluación, y habiendo identificado sus aciertos y fallos, es imperativo impulsar aquello que nos dio resultados positivos, pero también corregir y modificar aquello que no funcionó. Esta es quizá la característica más importante de todo el proceso de esta nueva evaluación: que se perciba una mejora significativa y constante en el proceso formativo, mediante la modificación y actualización de las prácticas docentes que se desarrollan en los ambientes virtuales. Esto solamente podrá conseguirse mediante la implementación de una evaluación integral, que cumpla con ciertas funciones adaptadas a una nueva educación que, si bien es cierto se ha generado durante la pandemia, debe trascender a la realidad educativa de la postpandemia.
Consideraciones necesarias para una nueva evaluación de los aprendizajes
Teniendo en cuenta la perspectiva de Alonso y Blázquez (2012), es posible establecer tres consideraciones generales que todo docente debe tener en cuenta para poder transformar una evaluación tradicional, y convertirla en una nueva evaluación integral de los aprendizajes en una realidad educativa dentro del contexto de la pandemia. La primera consideración es precisamente la transformación, ya que es muy difícil evaluar los aprendizajes en la educación afectada aún por medidas de bioseguridad por la pandemia del COVID-19 si el docente se basa en un modelo de evaluación meramente presencial; la nueva realidad de la educación combina elementos de la presencialidad y de la virtualidad de formas que aún no es posible establecer con certeza; es por ello que es necesario transformar por completo las prácticas de evaluación teniendo como referencia las características didácticas de esta nueva realidad educativa.
Como segundo punto, tenemos la autoformación de los docentes. Es innegable que el docente que desee aplicar de forma efectiva una nueva evaluación integral en la realidad educativa de la pandemia debe buscar autoformarse constantemente en el correcto uso de las TIC’s y demás recursos virtuales que tenga a su disposición. Aunque el Ministerio de Educación puede brindar capacitaciones y cursos, el docente debe buscar estar actualizado también por su cuenta y no solamente quedarse con la formación oficial. En este aspecto, se destaca de nuevo la importancia que tiene la colaboración entre compañeros docentes; la colegialidad de los maestros que se enfrentan a problemas similares nunca había sido tan determinante para el éxito del nuevo proceso de evaluación de los aprendizajes.
Finalmente debemos hacer referencia a la experimentación. Aunque en los últimos años hemos tenido un surgimiento interesante de literatura sobre el tema de la realidad educativa dentro del contexto de la pandemia, el docente debe tener la iniciativa de experimentar con nuevas formas de evaluar los aprendizajes, teniendo en cuenta que debemos evaluar conceptos, procedimientos y actitudes, que podemos y debemos utilizar los recursos virtuales que están a nuestra disposición, pero lo más importante, es tener la conciencia de evaluar no solamente los aprendizajes sino también que debemos evaluar la pertinencia de estos recursos y su adaptabilidad a nuestros propios contextos escolares que ahora obedecen a reglas muy diferentes de las que teníamos hace un par de años.
Referencias
Alonso, L., & Blázquez, F. (2012). El docente de educación virtual. Madrid: NARCE Ediciones.
Trujillo, F. (2020). Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento. Madrid: CATARATA.
Ubieto, J. R. (2021). El mundo pos-COVID: Entre la presencia y lo virtual. Barcelona: NED Ediciones.
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